viernes, 5 de julio de 2013

Gente Excepcional

Nos pasamos la vida llegando a un sitio, buscando acomodo, haciéndonos al nuevo país, los nuevos proyectos y también la gente nueva. A veces, bastantes, coincidimos con gente conocida. A veces, las menos, alguien entre esa gente conocida, era ya un amigo.

Puede coincidir además el compartir casa con ese amigo, poder sentarse a discutir cosas sobre Sana'a, pero también hablar de música, de mujeres, del pasado y del futuro. Compartir una terraza, una vista a la mezquita, una conexión de internet y muchas incertidumbres. 

Llegar por las noches a casa, hacer deporte, cenar, ver una serie o simplemente sentarse en la terraza, compartir una botella y volver a las dudas e incertidumbres. 

Resulta que, por mucho que se discutan dudas, incertidumbres, anhelos, deseos, ilusiones, miedos, no se soluciona nada. Pero ayuda. Encontrar la complicidad en un contexto complejo, rodeado de riesgos, e intentar asimilar lo que el futuro nos propone es una gran ayuda. 

El problema, como en casi todo en esta vida es el timing. Llegamos meses más tarde, a mediados de la misión de otros, o cuando ya están a punto de finalizar. Llegamos cuando su historia en el país está ya casi escrita. 

También pasa al contrario, claro. Este caso es más sencillo, porque terminamos. Nos vamos. Nos escapamos de la irreal realidad que hemos vivido durante unos meses, o un año. Estamos pensando en los que vamos a volver a encontrar de vuelta a casa, en las vacaciones, en lo que nos espera después. 

El miércoles por la noche nos despedimos de Dan. Nos despedimos de Dan y de Christina, pero con todo el cariño que podamos sentir por Christina, nos despedimos de Dan. Nos emborrachamos juntos, Repetimos las mismas rutinas privadas aunque estuvieramos rodeados de gente que no se diera cuenta, repasamos mentalmente lo que habíamos discutido decenas de veces, y lo mandamos al aeropuerto. 

La resaca del día siguiente no tiene importancia. Se encontrará en Ginebra con amigos comunes se reíran con las historias que les cuente, de su resaca, y de las ya viejas anécdotas compartidas. 

A nosotros, nos queda el consuelo de que seguro vendrán otros amigos, conocidos o aún por conocer y que, como alguien dijo, y alguien reprodujo en un muro de Facebook: The one who has the taste for exceptional people, he ends up finding them everywhere o, Aquel que tiene el gusto por la gente excepcional, acaba encontrándola en cualquier parte. 

Nos vemos en Dublín!

lunes, 5 de noviembre de 2012

El Licor de Don Manuel

Ya de vuelta en Yemen, reviso las cosas que me he podido olvidar en casa o perdido por el camino, y evaluado si realmente las hubiera necesitado. O no.

Una vez más, mis aviones han salido y llegado a su hora, mi maleta ha llegado a destino al mismo tiempo que yo, y ha nadie le ha apetecido hacerse un bocata de jamón o chorizo con mis pertenencias. Reconozco además que, mi porcentaje de vuelos puntuales roza lo sobrenatural y que, al final, hasta le pillaré el gustillo al aeropuerto de El Cairo. 

En este aeropuerto me empiezo a sentir como por los pasillos de la Cruz Roja en Ginebra. Cuando llego y empiezo a deambular por los pasillos estoy completamente seguro de que me voy a encontrar a alguién conocido.

Los dos españoles con los que charlaba en el  tránsito también se quedaron asombrados cuando de repente una extraña, que no lo era tanto, vino a saludarme, muy contenta. Y es que, tras cinco horas de tránsito en el aéropuerto de El Cairo, hasta la aparición de tu antinguo profesor de matématicas se podría agradecer. De hecho, se agradece tanto que hasta me invitó a un helado de Haagen Daz. 

Ya lo sé, Eva, acepto muy fácil las invitaciones de cualquiera que se anima a pagar. No me da ningún reparo que una mujer me invite a un helado de chocolate y dulce de leche. Además, se tiene que tragar la historia de mi excursión por Ordesa con el grupo "Los que se apuntan a lo que sea con tal de no quedarse en casa" y el encuentro con Raúl. 

Raúl es que nos ha dado mucho juego durante toda la semana pasada, desde que nos lo encontramos en su negocio, "El Chocolate de la Abuela". Comimos chocolate y probamos licores. Hablamos de países, rutas en bicicleta y radio - aficionados. Boludeamos hasta la hora de comer, me olvidé un forro polar en la silla y completamos nuestras provisiones con sus especialidades.

Tan solo unas horas antes nos habíamos ido juntando por escalas. Con Angel en la estación de Huesca. Con Javi y Carolina en Atocha. 

Ninguno de los dos había identificado el punto de encuentro que había sugerido pero, como lo que tiene que salir bien sale bien, nos encontramos en mitad de la estación, con total naturalidad, como si lo hicieramos todas las semanas. 

No voy a contar ni lo que nos dijimos durante esos días, ni a describir los paisajes de Ordesa. Lo primero, porque forma parte de la intimidad del grupo. Lo segundo, porque mis adjetivos son demasiado vulgares como para pintar Ordesa en un papel. 

Ah, el grupo acepta nuevos miembros. La única condición, creo, es que simpaticen con las enseñanzas de Raúl. 

lunes, 1 de octubre de 2012

Sin Red

Así escribo, sin red, a la una de la madrugada, en Aden, al sur de Yemen. Aqui no hay casas de barro con ornamentos blancos, y se ven menos adolescente paseando con AKs que en el norte. Aquí se ven banderas de Yemen del Sur, un país que existía hasta que en el 92 fue anexionado. Se ven también las grúas del puerto, y los grandes depósitos cilíndricos que indican la existencia de petróleo.

También hay un hotel Mercure una playa para mujeres y un hipermercado. Hay helados de Baskins & Robins, que yo no conocía antes de llegar al país, farolas, carreteras asfaltadas y paneles de tráfico indicando direcciones.

Todo esto es la ciudad, fuera, se parece más al norte. Las ropas tradicionales, las mujeres que cubren su cara e incluso sus manos y las armas automáticas fabricadas en chinos. Porque si, los chinos tambíén imitan armas. Los populares kalashnikov aquí son chinos, igual que los iphones de los que explotan estridentes melodías.

La semana que viene vuelvo a Sada'a. De la playa a la montagna. Del pegajoso calor del sur a la agradable brisa que proporcionan los 2,200  metros de altitud. Aparcaré el Corolla que he estado conduciendo estos días para montarme en el Land Cruiser, que dicho sea de paso, solo conduzco los 500 metros que separan la casa de la oficina.

Hoy hace un mes que empecé mi misión en Yemen y he visto la ciudad antigua de Yemen, Aden, la ciudad petrolera del sur, y Sa'ada, el norte tradicional del país. En este mes, todavía no me hago una idea general de sus habitantes, cómo son en realidad, si están contentos con lo que tienen.

En los meses que me quedan, espero hacerme una idea, aprender algunas palabras más de árabe, organizar un poquito mejor la oficina, y correr mucho más rápido, mucho más lejos

Ah, y si se escapa alguna palabra que no va en su sitio, pues es que es media hora más tarde que antes, y antes ya era muy tarde.

domingo, 22 de julio de 2012

Mi amigo Hassan

Hassan es un árabe muy simpatico que tiene una tiendecita al lado de la oficina. En cierto modo, me recuerda a Monsieur Ibrahim, ese tendero protagonista del libro de Éric-Emmanuel Schmitt. 

Hassan vende mirinda, super - cola, galletas, samosas e insecticida. De vez en cuando, consigue huevos y la tienda se llena aun mas de lo habitual. Tambien me cambia dolares por libras sudanesas, me vende creditos para el telefono movil y atiende pacientemente las sugerencias que le hago sobre ciertos productos.

Hassan ha conseguido traer Coca - Cola a Bentiu. 

Definitivamente, creo que hoy Hassan y yo somos los logistas con mas éxito en esta región del mundo. 

Yo tengo mi Coca - Cola y mis colegas tienen combustible para sus vehiculos y generadores, comida y medicamentos para los pacientes de los hospitales.

Hoy, despues de hablar un rato con Hassan, y mientras saboreo mi Coca - Cola fria pienso que si, que mis dos meses aquí va a servir para algo. Que habrá gente con mejores condiciones de trabajo, mas preparados y que, esto repercutirá en una mejor atención a los refugiados.  


sábado, 7 de julio de 2012

Y el Sábado a la Escuela

Me ponía yo a escribir sobre Sudan del Sur, su primer aniversario, que se celebra el lunes, las dificultades de sus habitantes, y la lucha por la supervivencia de los recién llegados. Pensaba también mencionar las dificultades logísticas que afrontan o mejor dicho, que imposibilitan, toda acción humanitaria a gran escala. Yendo un poco mas lejos, hablaría sobre la imposibilidad de hacer salir del país el petroleo de sus campos, con el trágico impacto que esto tiene en la cuenta corriente del país.

Pero no, yo no hablo de esas cosas. Que hay otros que lo cuentan mejor, con mas información y una mayor audiencia. Yo hoy, he decidido hablar de un colega Sud Sudanes.

Esta manana, mientras paseaba por la calle principal, buscando un lugar donde comprar una Pepsi fría - mi tendero habitual es musulmán y estaba rezando - he notado una inmensa figura sonriente tras de mi. John, es un tipo de mas de dos metros de altura, que siempre se ríe. Ademas de reírse, es ingeniero. Probablemente el ingeniero mas grande que conozco. El caso es que, le he preguntado si iba a la iglesia - contando con las posibles opciones de ocio que ofrece Bentiu, si te encuentras a alguien conocido el fin de semana por la calle, probablemente va a la iglesia - .

Pero no, John, iba a la escuela. Un ingeniero de mas de 2 metros que va a la escuela. MMMMMM. Raro. Luego me ha explicado. Los sábados y domingos va a dar clases a una escuela local. Y no, no es que paguemos mal y se busque un sobresueldo. Dedica sus fines de semana a dar clases gratis en una escuela local.

En fin, que lo que quiero decir es que, estoy en un país que se ahoga en el lodo de sus pistas, se desangra por ese oleoducto bloqueado desde Karthoum, donde faltan escuelas y hospitales.

Pero tiene a gente. He conocido a poca gente local y, cuando llegue el momento de irme, no habré conocido a muchos mas pero, por el momento, me he encontrado con gente que tiene ilusión y que, quiere ayudar a su gente. Imposible saber si hay muchos como los que he encontrado pero, me da un poquito de esperanza.

jueves, 26 de abril de 2012

Oueah


Antes de llegar a Oueah, te puedes encontrar con un grupo de baduinos en el medio de la carretera, probablemente un camion etiope recien accidentado, camellos que se dedican a rumiar el paso del tiempo y de los vehiculos. 

Al llegar a Oueah, te encuentras con un pequeno pueblo sombrio, con gente inhospita que se dedica a hacer gestos obscenos a los viajeros que deben atravesar la poblacion. 
Si yo fuera habitante de Oueah, tambien estaria hasta los cojones de los vehiculos que pasan. Mas de 1 000 trailers atraviesan esta poblacion todos los meses en direccion a Etiopia, multitud de autobuses y todo terrenos. 

Nadie se pasar a no ser que alguna cabra remolona no quiera apartarse de la carretera. 
Me encantaria decir que yo he roto la tendencia, que he decido a mi chofer que se pare, que quiero dar una vuelta por Oueah, pero no. Al aproximarme Oueah, lo unico que hago es asegurarme que mi puerta esta cerrada, subir la ventanilla y seguir escuchando la musica de mi ipod. 

Ah, Oueha esta en la carretera de Djibouti a Etiopia, antes de llegar al desvio de Arta, o al punto kilometrico PK51, donde se bifurca la ruta en direccion al lago Assal. Nosotros pasamos en direccion a Ali Sabbieh, nuestra base de operaciones en el terreno. Disponemos de internet y conexion telefonica a no ser que haya visita presidencial. Tambien tenemos agua corriente y electricidad casi continua. 
El Hotel Palmeraie es nuestro segundo hogar. Tienen Heineken, Coca-Cola y Zumos de Naranja. Puedes comer spaghettis, pollo o steak y, de vez en cuando ves turistas americanos o franceses. Marcianos. 
Entiendo el  visitar el Lago Assal, ir a bucear al Mar Rojo, hacer Trekking en las montanas de Arta o descansar en las playas de Tadjoura. 
Pero Ali Sabbieh? 

De verdad, que no hay nada. Desierto y piedras del desierto. Cabras y Camellos. Una viaja via de tren y un pequeno vagon, abandonado. 

A mi, porque me han pagado por venir, que si no ...:-) 


viernes, 13 de abril de 2012

La Feria del Libro

Era el único ejemplar y, tras una mañana de deambular por las casetas del Parque Ramón Acín, sin encontrar nada que me llamara la atención, empecé a ojearlo con un poco mas de detalle. Contaba la historia de un contrabandista que, por el paso de Canfranc, durante la segunda guerra mundial se dedicaba a, traficar con todo tipo de mercancías de un lado al otro de la frontera.


Un tipo duro al que, las penurias y sentimientos de los judíos venidos de toda Europa no le hacían reducir su tarifa habitual.

La librera, que desde hacía un rato me miraba con una mezcla de curiosidad y aburrimiento, seguía mis movimientos callada, hasta que, decidí preguntarle.

« Si, conozco el libro. No es una historia real o, al menos, no está basada en datos históricos reales. Podría ser que sí, que hubiera existido un Contrabandista Nacido en Canfranc, o en Villanua, que conociera como la palma de su mano todos los pasos, escondrijos naturales y oportunidades que los Pirineos ofrecían a los buscadores de fortuna y otros personajes huyendo de la historia. No hay más ejemplares porque fue una tirada muy pequeñita, un riesgo asumido por una diminuta editorial Zaragozana, quizás conmovidos mas por la ilusión con el que la chica transmitía el producto que con la calidad del relato ».

Pague, lo metí en mi bolsillo y seguí andando. Antes de llegar al final de las casetas, sentía ya el libro quemar dentro de mi bolsillo, y mis ansias por conocer más de este oscuro personaje y por saber si, como en todas las historias clásicas, iba a transformarse tras encontrar, entre las personas a las que ayudaba a cruzar, a una mujer.

Decidí entrar en el Parque Bar, buscar una mesa un poco apartada, pedir una cerveza bien fría y, abrir el libro. El contrabandista, que a estas alturas ya sabía que se llamaba Florencio Tolosana, era un tipo rudo, de pocas palabras y menos vicios. Trabajaba para vivir y, desde el final de la guerra civil, cuando había vuelto a Canfranc, pasaba la mayor parte del tiempo en el monte.

No parecía tener cuentas pendientes con nadie en el Valle del Aragón. Ningún falangista intento que lo detuviera ni, en los círculos de los represaliados se conocía historias de abusos contra los camaradas fieles a la republica.

Debía ser pues lo que parecía, un hombre sin un pasado interesante que contar y con un incierto y duro porvenir.

Parece ser que, después de su llegada, y aprovechando el éxodo de los republicanos hizo un buen negocio, abasteciendo a los vencedores, al mismo tiempo que hacia cruzar a los vencidos. Nadie nunca tuvo un reproche, era discreto, callado y proveía de lo que necesitaban a aquellos que tenían con que pagarlos. Nadie hacia preguntas.

Poco a poco, el negocio fue cambiando. Los alemanes ocupaban Europa, la represión contra los vencidos en España suavizaba y un flujo de gente en sentido contrario, buscando llegar a Portugal se acercaba a los Pirineos. Alguien, al otro lado de la frontera, le proporciono sus primeros clientes, una familia alemana que dados los todavía buenos contactos del padre de familia, había conseguido salir de Berlín tan pronto como las primeras hostilidades hacia los judíos se habían declarado.

Después de 3 días de viaje en el, todavía rutilante Mercedes que habían vendido en Pau, consiguieron llegar al borde de la frontera. Allí, sus distinguidas ropas, poco apropiadas para lo que se avecinaba, atrajeron pronto la atención de los « con seguidores » y pronto, estuvieron en manos de Florencio.

Parece ser que sus primeros clientes no fueron fáciles, aunque le procuraron pingues beneficios. Gente de la clase alta alemana, que lo trataban como a un criado analfabeto. Florencio, que solo hablaba el francés justo para comunicarse con los que le proporcionaba las mercancías en Urdos, no conseguía comunicarse con esas gentes.

En realidad tampoco lo necesitaba. Lo único que necesitaba es que, le dieran la mitad de la suma acordada al principio del trayecto y, la otra mitad, una vez estuvieran en la estación de tren de Canfranc, donde partirían hacia sus nuevas vidas.

Llegada ya la hora de comer, decidí comerme un bocadillo allí mismo y seguir leyendo, seguir buscando el punto de inflexión, la transformación de este zafio, vulgar superviviente en un luchador por la libertad.

Así que, mientras devorada rápidamente mi bocadillo, seguía dándole vueltas a esta transformación, o quizás al encuentro con ese famoso músico que por las noches en los pirineos, recordaba, afinando su viejo violín las noches de la Opera de Viena.

Ensimismado como estaba en leer, comer y desarrollar mi propia historia paralela, no me había dado cuenta de que el Parque Bar se había ido llenando de gente y de que, precisamente, la librera estaba sentada a solo dos mesas de la mía.

Tras un intercambio de sonrisas, decidió trasladarse a mi mesa y, al confirmar que, estaba leyendo el libro que le había comprado, me pidió disculpas: « no he sido todo lo sincera que hubiera debido. El libro que te ha llevado y que, veo que estás leyendo, lo he escrito yo, pero me ha dado un poco de corte decírtelo porque, tú debes ser el único desconocido que lo ha comprado. El resto, parientes, amigos y compañeros de la Editorial ».

“Ah, también te he mentido en otra cosa, Florencio, era mi abuelo”